A unos 55 km al noroeste de Valladolid, muy cerca de la autopista A-6 dirección La Coruña, en las estribaciones de los Montes Torozos, se encuentra la monumental Villa de Urueña. Declarada conjunto histórico-artístico en 1975 y con una población de apenas 200 habitantes, se trata de uno de los núcleos mejor conservados de Castilla y León (y probablemente de España). El nacimiento de la villa se remonta a asentamientos neolíticos y, ya de forma más estable, vacceos, y se ha desarrollado siempre habitada hasta nuestros días. Un resumen de su historia, que no es el objetivo de este post, lo podéis encontrar aquí.
Uno de los elementos que caracterizan esta población es el conjunto formado por la muralla y el castillo, que rodean el caserío existente en un 80%, pero hoy vamos a centrarnos en la que, para mi, es la edificación más interesante de Urueña: la Ermita de Nuestra Señora de la Anunciada en Urueña (aunque en realidad se encuentre dos kilómetros fuera de la muralla, que en la fotografía siguiente se puede ver al fondo).
La Ermita de la Anunciada desde el suroeste, con el recinto amurallado de Urueña al fondo
El edificio actual se levantó en el siglo XI sobre el antiguo monasterio mozárabe de San Pedro de Cubillas. Es una lástima que no se haya conservado, en aquella época no tenían la inquietud que tenemos hoy sobre la conservación del patrimonio, pero por otro lado su pérdida nos permite hoy día disfrutar de una obra de arte del románico. Esta es una reflexión que daría para largas discusiones y sobre la que ya existen muchas publicaciones, pero yo lo dejo caer: ¿es necesario conservarlo todo? ¿qué nos estamos perdiendo y que les estamos negando a las próximas generaciones por nuestro afán de conservación? ¿qué habría ocurrido en lugares como, por ejemplo, Salamanca si en el siglo XVI hubiera primado la conservación de lo existente sobre el desarrollo de la edificación renacentista y barroca?. Me gustaría que, con esta disculpa, opinarais todos, seguro que da para mucho…
Pero volvamos al tema que hoy nos ocupa…
Nave central.
La Ermita se construyó en estilo románico lombardo, muy extendido por Cataluña y Aragón pero que, en Castilla y León, sólo cuenta con este ejemplo y la Ermita de San Pelayo de Perazancas, que se encuentra a dos kilómetros de Cervera de Pisuerga (Palencia).
La Ermita de la Anunciada tiene planta basilical de tres naves, una central de mayor altura y anchura, y dos laterales, cubiertas por bóvedas de cañón en las que se marcan con rotundidad los arcos fajones y rematadas en la cabecera por tres ábsides de planta semicircular cubiertos por bóvedas de horno.
Todos los arcos son de medio punto, aunque en algunos casos se intuye una ligera deformación producto de los empujes horizontales propios de este tipo de arco. No existen contrafuertes que recojan dichos esfuerzos y se deriva esta función a la masividad de los muros. Aparte de la pequeña deformación que parece apreciarse a simple vista no se aprecia ningún tipo de daño estructural, por lo que se entiende que el equilibrio alcanzado por el sistema es perfecto en este estado.
En los arranques de todos los arcos sobresale una pieza, a modo de capitel, que pudo utilizarse como apoyo para las cimbras, pero que hoy día se ha constituido en un elemento compositivo más, dentro de una arquitectura muy sobria.
A pesar de lo que suele ser habitual en la arquitectura románica, esta ermita cuenta con un importante número de huecos que, aunque de pequeño tamaño, la dotan de una gran luminosidad.
Nave central, detalle de arcos torales y el arranque del cimborrio.
El transepto no se marca en planta en la construcción original, ya que posteriormente se añadió en la fachada sur, alineada con el mismo, una pequeña estancia. En cambio, si mantiene la altura de la nave central, de forma que, junto con el ábside de la misma, forma una cruz latina.
Sobre el crucero se levanta el cimborrio, formado por una interesante cúpula poligonal. Como se puede observar en la fotografía siguiente, las trompas permiten la transición de la geometría cuadrada del crucero a una planta octogonal cuyos lados, además, no son exactamente iguales, sino que aquellos definidos por las trompas son mayores. A partir de esos lados se levanta la cúpula, tratando de acercarse a una cúpula semiesférica pero manteniendo su sección horizontal poligonal hasta la clave.
Vista de la cúpula central.
Detalles de la ejecución de trompas, arco toral y bóveda de horno.
Como se puede observar, aunque los elementos estructurales tienen una geometría muy marcada, las piezas de mampuesto que los forman están colocadas de forma bastante anárquica, sin que importe la continuidad de las hiladas, la similitud de los tamaños o su colocación. Con toda probabilidad esta circunstancia se debe a que no se preveía que se viera el despiece, sino que el acabado interior de los paramentos debía ser un encalado continuo.
En el exterior, la sobriedad de la fábrica ciega se enriquece con los arcos ciegos y las lesenas, típicos del románico lombardo, y sus juegos sombras.
A la estructura original se añadieron tres elementos durante los siglos XVII y XVIII: la espadaña, a los pies de la nave principal; la sacristía, adosada al lado sur del transepto; y el camarín de la Virgen, adosado al ábside mayor.
El primero es un elemento que, aunque rompe un esquema muy definido, es muy habitual en la arquitectura románica en Tierra de Campos, por lo que no causa extrañeza y se adapta bien al conjunto. El pequeño volumen de la sacristía se integra bastante bien en el juego de volúmenes del edificio, aunque en ciertos detalles (el hueco o la pendiente de la cubierta) sí desentona ligeramente.
Pero el cajón del camarín de la Virgen es un elemento que, desde el punto de vista artístico y arquitectónico, nunca (digo bien, nunca jamás) debería haber existido. Supongo que los vecinos tendrían sus razones, pero esas razones nos han privado de la delicadeza de la composición de los tres ábsides, y nos han dejado… eso. Menos mal que actualmente existen mecanismos para evitar barbaridades como esa.
Haced todos un esfuerzo de imaginación y eliminad en vuestra mente lo que sobra… y quedaos con esa imagen.
Espadaña sobre el acceso, a los pies de la nave principal.
En cualquier caso, la Ermita de Nuestra Señora de la Anunciada es una maravilla del románico castellano que debe ser visitada. Habitualmente está cerrada, pero con sólo llamar o pasarse por la oficina de turismo de Urueña se puede concertar una visita guiada por un módico precio.
Y por supuesto, hay que visitar Urueña, la Villa del Libro, que tiene muchas más cosas que ver… y que hacer.
* Todas las fotografías son obra del autor. En el caso de que alguien las quiera utilizar, adelante. Se agradecería en cualquier caso que se avisara con anterioridad y se nombrara al autor. Gracias