No cabe duda de que crecer en una ciudad Patrimonio de la Humanidad moldea el espíritu e inevitablemente le lleva a uno a pensar que la suya es la ciudad más bonita del mundo. Con el tiempo uno se convierte en un viajero y, aunque no cambia de idea (nunca), aprende apreciar las maravillas de otras partes del mundo (como ésta, ésta o ésta, por poner algunos ejemplos)
Desde siempre he tenido en mi memoria esos paseos por el Casco Antiguo de Salamanca, con sol, con lluvia, con mucho calor (afortunadamente hay muchas sombras) y con mucho frío (…pues eso, que hay muchas sombras). En particular recuerdo algunas mañanas de sábado, cuando a las 9 de la mañana íbamos a pasar la mañana jugando al fútbol en los campos de tierra de los Maristas, y pasábamos por una Plaza Mayor vacía, con excepción de alguna furgoneta de reparto y algún noctámbulo rezagado, iluminada por la luz rasante sobre la piedra de Villamayor.
Plaza Mayor de Salamanca, como se ve muy pocas veces
A muchos visitantes, y a muchos salmantinos, la ciudad les puede parecer uniforme, como un escenario creado de una sola vez, y probablemente tenga la culpa el uso de la piedra de Villamayor, cuyo color dorado domina toda la ciudad. Por esa razón la sociedad salmantina, como ocurre en la mayoría de los pueblos y ciudades, es muy proteccionista, reacia a todo cambio o intervención que le pueda restar carácter a su ciudad, de la cual están (estamos) orgullosos hasta la médula. Esta es una de las razones por las que resulta tan complicado intervenir en el interior de un casco histórico como el de Salamanca.
Vista de la Catedral Nueva de Salamanca desde la Clerecía, como ejemplo de un desarrollo estilístico de varios siglos, con Procesión de Semana Santa incluida
Pero en un recorrido de apenas 800 metros, entre el río Tormes y la Plaza Mayor, encontraremos un gran número de edificios de todas las épocas, que forman un conjunto heterogéneo, en contradicción con la percepción de unidad que tiene gran parte de la población. Podemos encontrar el conjunto catedralicio, desarrollado en varios estilos durante seis siglos, frente a la fachada neoclásica del palacio de Anaya. Muy cerca de la Torre del Gallo, cimborrio románico de la Catedral Vieja se encuentra una joya modernista como es la Casa Lis.
Palacio de Anaya desde la fachada norte de la Catedral Nueva
Fachada sur de la Casa Lis
Paseando por las estrechas calles que forman el tejido del Casco Histórico encontramos la fachada de la Universidad, posiblemente el ejemplo más importante del plateresco salmantino, y a pocos metros la gran fachada barroca de La Clerecía frente la elegancia gótica y renacentista de la Casa de las Conchas. Desde allí, descendiendo por la Calle de la Compañía, podemos visitar el renacimiento de carácter italiano de la Iglesia de la Purísima, que encontramos frente al plateresco Palacio de Monterrey de Rodrigo Gil de Hontañón.
Interior de la Iglesia de la Clerecía. Cimborrio
En definitiva, la Salamanca que hoy conocemos es, como la mayor parte de las ciudades europeas, el fruto de un largo proceso de edificación, modificación y sustitución.
En los últimos años la preocupación por la conservación de ese patrimonio ha llevado, como ya hemos dicho, a un cierto proteccionismo que dificulta la continuidad de ese proceso de cambio, que debería ser natural conforme cambian a su vez las ciudades fruto de la evolución de la sociedad.
Casa de las Conchas. Elementos de carpintería colocados durante su rehabilitación en 1993 para su uso como biblioteca pública
Por supuesto, existe un deber de conservación de los elementos más importantes de la ciudad, por su importancia histórico-artística, que no debe descuidarse por parte de las instituciones y de los propios ciudadanos. Las diferentes legislaciones, muy rígidas en lo referente a la conservación del Patrimonio, se encargan de ello, con especial cuidado en una ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Estás legislaciones permiten, y han permitido hasta ahora, cierto grado de intervención en la ciudad y han dado lugar edificios interesantísimos desde el punto de vista arquitectónico, como pueden ser el Palacio de Congresos, obra de Juan Navarro Baldeweg, o el elegante edificio de viviendas de la Calle Prior, proyectado por Alejandro de la Sota.
Palacio de Congresos y Exposiciones de Castilla y León, de Juan Navarro Baldeweg
No trata este artículo de sacar los colores a las legislaciones de protección del Patrimonio, aunque pueda parecerlo. Más bien al contrario, trata de hacer comprender a los habitantes y visitantes de la ciudad que una intervención en el casco histórico no es un atentado contra él, sino que es parte del proceso continuo de generación de ciudad, que un proyecto contemporáneo no le resta interés al conjunto, que la evolución de la arquitectura es la consecuencia de la evolución de la sociedad y, por lo tanto, los espacios deben adaptarse a los nuevos tiempos.
Viviendas en la calle Prior, de Alejandro de la Sota
La pretensión de mantener el Patrimonio embalsamado, por miedo a perderlo, lleva irremediablemente a su abandono o, en el mejor de los casos, a que se convierta en un decorado.
Afortunadamente, ciudades como Salamanca mantienen una importante vida activa en el Casco Histórico, gracias principalmente a las Universidades y a que sigue habiendo un importante parque de primeras viviendas. Pero para que esta situación perdure en el tiempo, es muy importante plantear que las intervenciones de carácter contemporáneo, acordes con los nuevos modos de vida, deben convivir con la conservación de los valores patrimoniales.
Dejemos que las ciudades cambien, evolucionen y se adapten, para poder salvarlas.
* Todas las fotografías son obra del autor, excepto aquellas en las que se especifica lo contrario. En el caso de que alguien las quiera utilizar, adelante. Se agradecería en cualquier caso que se avisara con anterioridad y se nombrara al autor. Gracias.
Magistralmente expuesto el derecho de la arquitectura contemporánea a intervenir en todos los escenarios (como por otra parte siempre se ha hecho). Existe una absoluta desconfianza hacia los arquitectos por parte de toda la sociedad (incluidos los propios arquitectos), en la creencia de que cualquiera arquitectura del pasado es siempre mejor que la que podamos aportar. Tu artículo lo mostraré en una Comisión de Patrimonio de la que soy miembro
Muchas gracias Fernando.
Creo que es importante que intentemos, desde nuestra posición (sobre todo la de aquellos que intervenimos en el patrimonio), cambiar esa tendencia, y eso sólo es posible haciendo un esfuerzo por explicárselo a los ciudadanos. Ahora los medios digitales nos permiten llegar al gran público, y hay que aprovecharlos.
José: impecable cualquier nota de tu blogg…
Creo que es la visión como dices, de quien convive con Patrimonio y eso se lleva a flor de piel. No es el caso que vivo a diario sobre todo cuando se piensa que Patrimonio es solo lo»viejo».
Quiero me autorices a compartirlo con mi grupo de Patrimonio.
Saludos desde Argentina
Muchas gracias por tus palabras Laura
En efecto, es complicado hacer entender a mucha gente que el Patrimonio no es solo lo «viejo». Y es mucho más complicado en regiones como Castilla y León, una de las que conservan mayor número de bienes patrimoniales de Europa y del Mundo (en una región con sólo 2,5 millones de habitantes hay 3 ciudades declaradas Patrimonio de la Humanidad y edificios como la catedral de Burgos). Lógicamente el Patrimonio es una de las señas de identidad de la región, y por ello cuesta tanto convencer al público de que la arquitectura contemporánea es compatible con su conservación.
Por supuesto, me encantaría que compartas el artículo y, si queréis, mantengamos un debate sobre ello.
Un cordial saludo
Pues yo no estoy de acuerdo con la destrucción llevada a cabo en los años 60 en la calle Prior y aledaños introduciendo volúmenes de edificación desproporcionados y destruyendo la armonía arquitectónica.
La arquitectura moderna en los cascos históricos es invasiva, antiestética y con un avejentamiento que en vez de ennoblecer el edificio, lo degrada.
Buenos días Ignacio
La edificación realizada al oeste de la Plaza Mayor en esos años es resultado de las necesidades de la población, es decir, del normal desarrollo de la ciudad. Se sustituyó un caserío deteriorado y que no era capaz de dar respuesta a las necesidades de la población en cuanto al número y calidad de las viviendas por edificios compactos y, en su mayor parte, de una estética bastante digna. En la calle Prior, el aumento en altura se produce conforme te alejas de la entrada a la Plaza Mayor. El ejemplo que he puesto, de Alejandro de la Sota, es una de las obras de vivienda colectiva más interesantes de la arquitectura española de su época y, más allá de las cuestiones estéticas (porque sobre gustos no hay nada escrito) es totalmente respetuoso con su entorno y da una respuesta ejemplar en un entorno muy complejo.
Cuando hablas de armonía arquitectónica creo que incides precisamente en lo que yo he querido decir: ¿la armonía arquitectónica es separar «lo viejo» de «lo nuevo»? Cuando se edificaron edificios como el Palacio de Monterrey o la Casa Lis rompían totalmente la armonía arquitectónica y ¿podríamos entender ahora la ciudad sin ellos? Por supuesto, no todo lo que se hace es excelente, pero si no permitimos actuar, crear, evolucionar, la ciudad se quedará estancada.
El problema es que cuando dices que la arquitectura moderna (yo diría contemporánea, pero nos entendemos) es invasiva y antiestética no partes de un contexto histórico. Por supuesto, para construir algo, hay que demoler otra cosa, pero no sólo ahora, se ha hecho siempre: para construir la Catedral Nueva, o el Palacio de Anaya, o la Clerecía se demolieron grandes extensiones de caserío. O por poner otros ejemplos, la Roma de hoy no sería nada si no se hubieran construido iglesias sobre antiguos templos y París no sería lo mismo sin las grandes intervenciones del Barón Haussmann.
Probablemente mucha gente de principios del siglo XX pensó que la Casa Lis o el Mercado Central eran «antiestéticos». Hoy en día se consideran dos de los mejores ejemplos de la arquitectura modernista en Castilla y León. Si en aquella época no se hubieran permitido ahora no podríamos disfrutarlos.
Pensar que todo lo pasado fue mejor no nos permitirá crecer como sociedad, en cualquier campo.
Muchas gracias por el comentario, por enriquecer el debate.
Un cordial saludo
Yo también opino como el del último comentario. Estoy de acuerdo que las ciudades a lo largo de los siglos han ido evolucionando y destruyendo y/o reformando su patrimonio, y seguro que las nuevas construcciones rompían con la armonía de su entorno. pero antes, en casi cualquier construcción, ya fueran palacios, conventos, mercados, teatros o simples viviendas, se construía con arte y con intención de embellecer, y ahora, en cambio, muchos edificios se construyen sin ningún tipo de gracia y que no aportan nada interesante, sobretodo los bloques de pisos.
Esta semana pasada he estado de vacaciones en Salamanca, y tiene rincones impresionantes, pero también me ha sorprendido ver que tiene un casco histórico muy desvirtuado. Algunas calles a 2 pasos de la plaza mayor y en pleno centro histórico, llenas de bloques de pisos…eso me dejó con la boca abierta y mas tratándose de una ciudad patrimonio de la humanidad. El derribo del gran hotel, otro derribo en la calle quintana al lado de una pequeña iglesia, mas derribos por la calle de san pablo, en la calle rua mayor, aparte de los 2 edifcios de los cuales solo se mantiene la fachada desde hace algunos años… A este paso al final quedaran solo los monumentos mas importantes rodeados de edificios sin ningún tipo de encanto por mas que intenten adaptarlos al entorno. Y con todo esto no quiero decir que no me guste la arquitectura moderna ni que se pueda arriesgar en los centros históricos pero siempre sin pasarse porque sino al final no quedará nada…y para mi no hay nada de la arquitectura moderna que pueda conseguir el encanto, magia, y tranquilidad que tiene caminar por calles estrechas, llenas de iglesias, conventos, los bonitos edificios residenciales antiguos, ya sea de piedra, de ladrillo, con revoco etc etc