La Catedral de Salamanca (I). Las bóvedas de la Iglesia Nueva

Como algunos ya sabréis, en este momento estoy desarrollando mi Tesis Doctoral sobre la Catedral de Salamanca y, más en concreto, sobre la estructura de la Iglesia Nueva. Este trabajo me dará la oportunidad, como es lógico, de conocer en profundidad el edificio y durante este tiempo mi intención es publicar algunas entradas sobre el mismo.

Para aquellos que no conozcan la Catedral de Salamanca voy a hacer una pequeña introducción que permita comprender, de forma general al menos, este complejo edificio. El conjunto catedralicio de Salamanca está compuesto por varios edificios entre los que destacan la Iglesia Vieja y la Iglesia Nueva (de forma coloquial se habla de Catedral Vieja y Catedral Nueva, aunque en realidad Catedral sólo hay una que incluye a ambos edificios, por lo que la denominación correcta es la anterior).

La Iglesia Vieja es de estilo románico y se comenzó a construir en torno a 1140 y se finalizó con el levantamiento de su maravilloso cimborrio alrededor de 1220. Sin extendernos mucho, ya que no es el objeto de esta entrada (será interesante planificar una entrada exclusiva para ella más adelante), es obligado describir las características de este edificio: se trata de una iglesia de planta basilical de tres naves, con el crucero muy marcado en origen (perdió uno de sus brazos con la construcción de la Iglesia Nueva y el otro se encuentra semioculto por las edificaciones auxiliares que se levantaron posteriormente) y dos potentes torres a los pies de las naves laterales, con un claro carácter defensivo.

Pero el elemento más característico de la Iglesia Vieja es, como podéis haber intuido, el cimborrio que se levanta sobre el crucero, conocido como la «Torre del Gallo». En esta imagen se puede ver en primer plano, desde una de las torres de los pies de la iglesia, con la Iglesia Nueva detrás.

En el año 1513, tras una serie de discusiones sobre su traza y situación, comenzó la construcción de la Iglesia Nueva, adosada a la fachada norte del edificio existente, decisión ésta que permitió salvar una de las joyas del románico salmantino y disfrutar ahora de un conjunto arquitectónico mucho más rico.

La traza inicial del edificio, que con ligeras diferencias de dimensiones en altura es la que se ejecutó, es la de una Iglesia de tres naves escalonadas y dos líneas de capillas hornacinas entre los contrafuertes de las naves laterales. Es una de las catedrales que, junto a las de Sevilla, Toledo y Segovia, forman el llamado «gótico tardío español», claramente diferente al estilo «gótico francés» con el que fueron construidas otras grandes catedrales en España, como las de Burgos o León, por citar dos de las más cercanas geográficamente.

Hay que tener en cuenta que habían pasado casi cuatro siglos desde la construcción de St. Denis en Francia y que a principios del siglo XVI el nuevo estilo imperante era el renacentista y, particularmente en Salamanca, el plateresco. Este gótico tardío se ha tratado desde entonces como un estilo decadente y anacrónico frente a la vuelta a los cánones clásicos, pero, como veremos, tiene valor en si mismo y por los numerosos detalles renacentistas que dotan al conjunto de un indudable interés.

La obra se desarrolló en dos fases: una entre 1513 y 1560, terminada con el cerramiento temporal de la iglesia en el crucero, y otra entre 1561-1733. Por esta razón no sólo el estilo renacentista influyo en el edificio que podemos ver sino que se pueden observar elementos barrocos y decisiones adoptadas sobre ideas de Juan de Herrera, como la finalización de la cabecera en cuadrado y con dos torres en los ángulos.

Pero en la entrada de hoy me voy a centrar en las bóvedas que cubren esta Iglesia Nueva así que no me extenderé más en estas cuestiones de estilo.

Así pues, se inició la construcción bajo la maestría de Juan Gil de Hontañón, por el muro de los pies, con el levantamiento de los muros y las capillas laterales. Las capillas del lado del Evangelio (o lado Norte) son obra del propio Juan Gil y las de la Epístola (o lado Sur, en contacto con la Iglesia Vieja) son obra de Juan de Álava, aunque siempre bajo la maestría del anterior.

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 Bóveda de la Capilla de Santa Teresa y Santiago (c. 1522), obra de Juan Gil de Hontañón

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 Bóveda de la Capilla de San Lorenzo (c. 1520), obra de Juan de Álava

Las bóvedas de las capillas hornacinas son todas diferentes, aunque siempre se trata de bóvedas estrelladas con varias claves. En todos los casos los nervios ojivos son continuos y la solución se complica con terceletes (nervios que unen las claves secundarias con los apoyos), ligaduras (nervios que unen dos claves marcando el espinazo de las bóvedas) y, en el caso de las bóvedas de Juan de Álava, combados (nervios curvos).

Tras la muerte de Juan Gil de Hontañón, en 1531, y de Juan de Álava, en 1537, tomó el testigo el hijo del primero, Rodrigo Gil de Hontañón (uno de los más importantes arquitectos del momento, que merece mención aparte y del que hablaremos largo y tendido en siguientes entradas). El cerramiento de todas las bóvedas de las naves se realizó bajo su maestría.

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Bóvedas de la Nave Sur (c. 1540), obra de Rodrigo Gil de Hontañón

Las naves laterales están cubiertas por dos tipos de bóvedas intercaladas. En el centro de la fotografía anterior se muestra el primero de ellos, formados por nervios cruceros, terceletes y ligaduras en el esquema habitual de las bóvedas de terceletes, sobre el que se dibuja mediante combados la estrella de cuatro puntas. El segundo tipo, en los lados de la fotografía, pierde las ligaduras y se forma la estrella mediante combados paralelos a partir del cuadrado central.

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Bóvedas de la Nave Central (c. 1550), obra de Rodrigo Gil de Hontañón

Las bóvedas de la nave central presentan todas el mismo esquema de cruceros, terceletes y ligaduras con combados formando un cuadrifolio con un círculo central.

Sobre la estructura formada por los nervios se apoya directamente la plementería, unidos simplemente por cierta cantidad de mortero, formando una cáscara continua de doble curvatura. Se ha comprobado que, tras la ejecución y una vez ha entrado en carga la estructura, es la propia superficie de plementería la que transmite los esfuerzos  a los apoyos y no a los nervios, ya que se han observado zonas en las que los nervios se han deformado de forma independiente sin que esa circunstancia haya afectado a la estabilidad de la superficie de la bóveda.

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Bóvedas de la Nave Central sobre el Altar Mayor(c. 1700), obra de Juan Setién de Güemes

Durante la segunda fase de las obras se decidió, tras una serie de reuniones e informes, continuar la obra con el mismo estilo «a lo moderno» (gótico) y no adoptar el estilo «a lo romano» (renacentista). Por esta razón la mayor parte de las bóvedas de las naves y las capillas hornacinas mantienen el mismo esquema que las levantadas por Rodrigo Gil de Hontañón.

Una de las excepciones es la bóveda de la nave principal sobre la girola, tras el Altar Mayor, obra del entonces maestro director de las obras, Pantaleón del Pontón Setién. La compleja geometría de las nervaduras está dividida en cuadrantes, formando en cada uno de ellos un cuadrifolio con centro en las claves secundarias, a pesar de lo cual mantiene el esquema básico de nervios cruceros, ligaduras y terceletes al que añade cuatro arcos secundarios paralelos a las ligaduras.

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Bóveda de la Nave Central sobre la girola, frente a la capilla del Cristo de las Batallas (c. 1710), obra de Pantaleón del Pontón Setién

La última fase de la fábrica fue la construcción del cimborrio sobre el crucero. En un primer momento se decidió levantarlo mediante bóveda de crucería calada y así lo comenzó Pantaleón del Pontón y lo terminó Joaquín de Churriguera, aunque, según la escasa documentación existente, en estilo barroco propio de la época y de la arquitectura de los Churriguera. En noviembre del año 1755 tuvo lugar el terremoto de Lisboa que, a pesar de la distancia, afectó a la fábrica de la Iglesia Nueva. Entre los daños documentados se encuentran los que sufrió la torre del cimborrio, que finalmente tuvo que ser desmontada en 1757.

Sobre el tambor existente se levantó la actual cúpula semiesférica, obra de Juan de Sagarvinaga, que se cerró en el año 1760 y que hubo de reforzarse pocos años después mediante tres grandes cadenas que, aún hoy, evitan la apertura de la bóveda en la base a causa de empujes horizontales.

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Cúpula del cimborrio sobre el crucero (c. 1760), obra de Juan de Sagarvinaga

 Las obras de rehabilitación y adaptación, que se han realizado en los últimos años y que aún hoy continúan, permiten acceder a prácticamente todos los rincones de este maravilloso conjunto: las dos iglesias, los espacios claustrales, la «Torre Mocha» de la Iglesia Vieja y la «Torre de Campanas», así como la visita de parte de las cubiertas. De esta forma se puede visitar una obra, cuyo proceso de construcción abarcó seis siglos y que es muestra del desarrollo de los estilos arquitectónicos durante los mismos.

* Todas las fotografías son obra del autor. En el caso de que alguien las quiera utilizar, adelante. Se agradecería en cualquier caso que se avisara con anterioridad y se nombrara al autor. Gracias.

9 pensamientos en “La Catedral de Salamanca (I). Las bóvedas de la Iglesia Nueva

  1. Hola,

    Antes de nada, no tenía ni idea de que estabas desarrolando una tesis. Los que os embarcáis en esa aventura sois «mis ídolos», aunque, por otra parte, considero fascinante estudiar un tema hasta la extenuación… Así que todo mi ánimo, tus lectores estaremos encantados de ir leyendo tus avances en forma de post.

    Tenía un vago recuerdo de la Catedral de Salamanca (la visité «en mis tiempos mozos», cuando aún no me había dado «fuerte» por el patrimonio), por lo que ha sido una gozada redescubrirla con tus fotos y con tus textos (fantástica descripción y acertada terminología).

    Hasta la próxima entrega! 😉

    • Pues si, me he metido en el jardín de la tesis, y de momento está siendo bastante gratificante… veremos como acaba. Así que muchas gracias por los ánimos, por lo que tengo entendido voy a necesitarlos.
      Y si en algún momento te dejas caer por Salamanca estaré encantado de enseñártela (aunque soy salmantino vivo en Valladolid, pero está a un paso). Como siempre digo, las fotos pueden estar bien, pero… nada es comparable a verlo en directo!.

    • Con motivo del V centenario del comienzo de la construcción de la Iglesia Nueva se editó el año pasado un libro con varios artículos (y muchas fotografías) de la Catedral. Entre ellos un artículo interesantísimo de Pedro Navascués sobre el desarrollo de la construcción desde 1513.
      El libro es «La Catedral de Salamanca. Nueve siglos de historia y arte» Ed. Promecal, por si tienes interés.
      Muchas gracias por compartirlo!
      Un saludo

  2. Algo que siempre me ha impresionado en el trabajo de los grandes monumentos antiguos ha sido el concepto del tiempo. Cuando en la obra de la catedral de Salamanca se origina una discusion entre Gil de Hontanon (perdon: no tengo la letra adecuada en la tableta) y Juan de Alava sobre la curvatura de las bovedas, los miembros del Cabildo deciden nombrar un arbitro. Seria muy largo contar todo el proceso, pero no habiendo quedados convencidos , solicitaron otra opinion, y el tema se alargo mas de noventa meses. El maestro que hacia las trazas de una catedral era consciente de que no la veria terminada. El tiempo tenia otro valor.

    • En el caso de la Catedral de Salamanca tenemos la suerte de que se ha conservado gran cantidad de documentación sobre el inicio y el desarrollo de las obras. Es muy interesante no sólo por las descripciones constructivas, sino también porque nos muestra como funcionaba una obra de esas características, la profesión de maestro constructor y su relación con el cliente.
      Las desavenencias de Juan Gil de Hontañón y Juan de Álava sobre los destajos de las bóvedas de las capillas hornacinas son sólo uno de tantos episodios que tuvieron lugar durante los dos siglos y medio que duró la construcción de la Iglesia Nueva, y todos ellos nos han permitido conocer de cerca las ideas y razones de los maestros, tanto los que trabajaron en ella como los árbitros llamados a consulta, todos ellos expertos maestros constructores.
      En este caso, las trazas iniciales son de Antón Egas y Alonso Rodríguez, aunque ninguno de ellos dirigió posteriormente la obra.
      Es, por tanto, como bien dices, una obra fruto de las ideas de mucha gente durante un largo periodo de tiempo.
      Muchas gracias por el comentario.
      Un saludo

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