Venecia es una ciudad especial por muchas razones. Es especial por su ubicación, por supuesto, y por el aspecto decadente y romántico de sus edificios. Es una ciudad en la que el tiempo es importante porque se puede ver, se puede tocar. También es una ciudad especial porque está llena de sorpresas. Todo el mundo conoce el puente Rialto y la plaza de San Marcos pero, para mi, uno de sus encantos es la posibilidad de, paseando por sus callejuelas (con o sin rumbo fijo) puedes encontrarte con verdaderas joyas.
En un destino turístico como éste, siempre atestado de turistas, así caigan rayos y centellas, no existe mayor placer que encontrar esos lugares donde el tiempo parece detenerse.
Uno de ellos es la Fundación Querini Stampalia, una institución cultural fundada a finales del siglo XIX por esa importante familia veneciana. No se trata de uno de los puntos de referencia turísticos, su colección de pintura barroca no atrae como lo hace la Colección Peggy Guggenheim, vaya usted a saber porqué, y en cierto sentido se agradece.
Pero en este post vamos a centrarnos solamente en una pequeña parte del conjunto: la intervención que realizó Carlo Scarpa entre los años 1961 y 1963 en la planta baja y el patio del palacio.
El proyecto contemplaba la recuperación de la planta a nivel de calle (o de canal) en su estructura original, para su uso como espacio expositivo, la apertura de un nuevo acceso y la ordenación del pequeño jardín trasero.
Para comprender la actuación hay que tener en cuenta que las necesidades actuales han implicado la ampliación del edificio en fechas posteriores y la apertura de otra entrada, por lo que se ha modificado el recorrido original. De esta manera, el vestíbulo original se ha convertido simplemente en una pequeña sala de exposiciones y su importancia en la comprensión del conjunto ha disminuido notablemente. La imagen siguiente muestra el recorrido actual, con el antiguo vestíbulo al fondo.
Actualmente, el principal contacto entre la ciudad y las salas de la planta baja es el porche de acceso de barcas. En este punto se permite la entrada del canal en momentos de mareas altas y una escalera escultórica desciende y se sumerge en el agua. De esta forma uno de los principales problemas a los que se tenía que hacer frente se convierte en generador del proyecto: la presencia del agua.
Esta misma idea lleva a definir los recorridos mediante una suerte de plataformas delimitadas por pequeños muretes que separan los pavimentos de los muros, haciendo de la necesidad virtud y generando un sistema de convivencia entre el agua y el edificio.
Las arcadas de acceso al porche desde el canal son el primero de una serie de diafragmas que, con diferentes tratamientos y grados de transparencia, generan el eje formado por el porche, la sala principal de exposiciones y el jardín.
El elemento que conecta la sala de exposiciones con el acceso, lejos de ser un simple elemento de separación, se pliega y se enriquece con maravillosos detalles escultóricos en los que se combinan los materiales, de forma que la piedra y el metal se recortan para dotar de protagonismo a la ligereza del vidrio. Así, la pieza central se asemeja a un gran pilar que sostiene el conjunto y que parece desvanecerse.
La sala principal de exposiciones, lejos de ser un mero espacio rectangular de exposición, presenta una composición de paramentos ligera y dinámica partiendo de materiales pesados, el mármol travertino y el metal, de los dos espacios de luz natural que conecta y de una acertada utilización de la luz artificial, que parece surgir de los paramentos y que se refleja en el pavimento y el techo.
Esta sensación de ligereza se acentúa en los huecos, que parecen recortados en el travertino como si fuera un juego de cartulinas.
Continuando el recorrido a lo largo del eje principal de la sala de exposiciones se llega al jardín, un pequeño espacio en el que la luz y el agua vuelven a ser los protagonistas. Se utilizan diferentes materiales y delicadas geometrías para crear un recorrido perimetral en el cual siempre es agua es el elemento principal, ya sea como acompañante o como meta.
Toda la intervención es un juego entre los elementos que configuran la ciudad de Venecia: los materiales, los recorridos, la luz y el agua, todos ellos trabajados con una maravillosa sensibilidad y atención al detalle, hasta el punto que el diseño de los múltiples elementos particulares forman un conjunto armónico en el que las geometrías creadas se perciben con naturalidad, en el la complejidad del diseño se diluye hasta parecer lo más sencillo y evidente, de forma que una vez se visita se hace difícil entender este espacio sin la firma de Carlo Scarpa.
Esta intervención en la Fundación Querini Stampalia es una de las obras más importantes y con mayor riqueza estilística de un autor a quien hace poco un compañero y amigo llamó “el arquitecto orfebre“, aunque quizá es también una de las menos conocidas.
Datos generales Proyecto: Fundación Querini Stampalia
Arquitecto: Carlo Scarpa
Situación: Sestiere Castello 5252, Santa María Formosa, 30122 Venecia (Italia)
Año: 1961-1963
Fotografía: José Santos Torres
Fuentes: Fundación Querini Stampalia
*Artículo publicado por el autor en el blog Cosas de Arquitectos , el 2 de mayo de 2014.
* Todas las fotografías son obra del autor. En el caso de que alguien las quiera utilizar, adelante. Se agradecería en cualquier caso que se avisara con anterioridad y se nombrara al autor. Gracias.