Cuando a uno le mencionan la ciudad de Ávila, inmediatamente la imagen que le viene a la cabeza es la de las imponentes murallas que protegen su casco histórico, unas de las mejor conservadas del mundo. Pero Ávila (del Rey, de los Leales y de los Caballeros) no es sólo una ciudad amurallada sino que goza, tanto intramuros como extramuros, de un importantísimo patrimonio histórico artístico dentro del cual destaca, por su presencia física y en el desarrollo de la ciudad, la Basílica de los Santos Hermanos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta.
Más conocido como Basílica de San Vicente, el edificio se encuentra situado extramuros, frente a la puerta noroeste de la muralla (llamada hoy día, por motivos obvios, puerta de San Vicente). Se trata de uno de los puntos más altos de la ciudad, desde el cual se domina una amplia vaguada al norte.
Detalle del pórtico de la fachada sur
Como es habitual en este tipo de conjuntos, su construcción se dilató durante varios siglos y, por tanto, es posible observar el desarrollo de diferentes estilos artísticos entre los siglos XII y XV. En el estado actual tiene planta de cruz latina con tres naves, dos naves laterales y una nave central de mayor altura a la que se abre un triforio sobre las naves laterales y un claristorio que ilumina el interior, y tres ábsides de plantas semicircular en la cabecera.
El recorrido del visitante por la ciudad le llevará, sea cual sea, a la Plaza de San Vicente, la cual abre un amplio espacio a la fachada sur de la Basílica, a lo largo de la cual se desarrolla un amplio pórtico de granito del siglo XV.
La primera fase de los trabajos, desarrollada en el siglo XII en un claro estilo románico, incluye los ábsides, la cripta, los brazos del crucero y las naves hasta una primera altura, la de las naves laterales. Entre los elementos más importantes de esta etapa destaca el triple ábside de la cabecera y la portada sur.
Con la habitual configuración de ábside mayor flanqueado por los dos ábsides menores, llama la atención su gran altura, debida a la pendiente del terreno y a la existencia de la cripta.
Hacia mediados de siglo, en torno a 1160, se levantaron las torres de distinta altura a los pies de las naves laterales y el nártex de acceso, cubierto por una decorada bóveda nervada y con un balcón sobre la portada que, además de conectar ambas torres se abre a la nave principal.
El pórtico, cuyo tímpano se divide en dos, está cubierto por cinco arquivoltas de medio punto muy decoradas sustentadas por figuras de los apóstoles.
Bóveda nervada que cubre el nártex
Portada occidental, muy amplia y decorada
A finales del siglo XII se produce un cambio en el desarrollo de la construcción, con la entrada de un taller borgoñón, que supuso el progresivo cambio de estilo del románico a un primer gótico.
El interior se organiza en tres naves, que descargan sobre los muros exteriores y grandes pilares cruciformes con una decoración muy sobria. Las naves laterales están formadas por gruesos arcos fajones y bóvedas de arista, en un estilo que indica que, al menos, se inició en la primera fase.
Vista de la nave lateral, con sus imponentes arcos fajones de medio punto
La nave central se cubre con bóvedas de crucería con nervios muy marcados, formadas por arcos perpiaños y formeros ligeramente apuntados, en un estilo románico pero como germen del primer gótico.
Vista de las bóvedas de la nave central
Vista de la nave central, incluyendo los arcos formeros de la nave lateral, el triforio y el claristorio
Tras este periodo borgoñón, se inició uno de inactividad durante el cual la iglesia sufrió serios deterioros a causa del abandono, llegando a temerse por su ruina. A ello se añadió el asiento de dos de los grandes pilares de los arcos torales. Las obras de reparación y finalización, ordenadas por el rey Alfonso X el Sabio, no finalizaron hasta principios del siglo XIV, con el levantamiento del cimborrio, de planta cuadrada y cubierto por una imponente bóveda de crucería octogonal muy decorada.
Bóveda de crucería del cimborrio
Tras su finalización y después de más de cinco siglos de existencia y de ciertas intervenciones que no variaron la esencia del la misma, la Basílica de San Vicente fue objeto de varias restauraciones importantes entre mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, dirigidas por los arquitectos Hernández Callejo, Vicente Miranda y, sobre todo, Repullés y Vargas, con criterios historicistas.
* Todas las fotografías son obra del autor. En el caso de que alguien las quiera utilizar, adelante. Se agradecería en cualquier caso que se avisara con anterioridad y se nombrara al autor.
**Este post es simplemente un acercamiento personal y superficial a un edificio que, como la mayor parte de los de su tipo, ha tenido un desarrollo muy complejo y una vida azarosa. Quien quiera conocer en profundidad la Basílica de San Vicente en profundidad debe consultar sin duda alguna la magnifica tesis doctoral de Pedro Feduchi, para aprender sobre Ávila y su arquitectura en esos siglos:
FEDUCHI CANOSA, P., La Basílica de San Vicente de Ávila, Tesis doctoral, Escuela Técnica Superior de Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid, 2007.