Una de las visitas obligadas cuanto se viaja a Estocolmo es, sin duda, Skogskyrkogarden, el Cementerio en el Bosque, como uno de las obras más importantes de la arquitectura moderna, Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1994.
Una de sus características principales, quizá la más importante, es que no (sólo) es arquitectura, o en todo caso es una arquitectura en el interior de la naturaleza. Fue creado entre 1917 y 1940 por los arquitectos Gunnar Asplud y Sigurd Lewerenz en el bosque de Eskende, al sur de Estocolmo, sobre la idea del retorno a la naturaleza y mediante el uso de sus elementos simbólicos: el agua, el árbol, la piedra y la luz.
Para los ciudadanos del sur de Europa, y más concretamente para los españoles, la idea de un cementerio abierto en la naturaleza, por el cual es posible un paseo agradable más allá de la idea de hacer una visita a los difuntos, nos puede resultar extraña, acostumbrados como estamos a cementerios con grandes tumbas de piedra (de granito, de mármol) y caminos asfaltados para llegar hasta ellas.
La sensación cuando se llega a Skogskyrkogarden es la de quien se dispone a dar un paseo por el bosque, y no la de quien va a llevar flores a sus familiares. Es una forma de acercamiento y de aceptación de la muerte como parte de la naturaleza que nosotros no tenemos, posiblemente por nuestra cultura católica.
El acceso al cementerio se realiza por un sendero rectilíneo de lajas de granito, que diferencia la presencia puramente humana, la zona de nichos, las capillas y el crematorio, del territorio de la naturaleza. La gran cruz situada en la pradera es el símbolo que domina el conjunto e indica a quien se acerca que se encuentra en un lugar especial. Es en este punto, en el claro, donde se concentran la mayor parte de las edificaciones y el bosque, prácticamente inalterado, significa lo vernáculo y romántico de la naturaleza.
Zona de nichos, donde se encuentra la tumba de Gunnar Asplund
El mayor elemento edificado es el conjunto del crematorio, compuesto por las capillas de la Fe, de la Esperanza y de la Santa Cruz, así como el gran pórtico que sirve tanto de acceso a esta última capilla como de antesala del bosque. Se trata de una arquitectura con un lenguaje totalmente moderno, construida a partir de 1937, con un marcado carácter funcional y una ensimismada atención al uso de cada elemento, a su relación con el paisaje y al detalle.
El claro. El lago, la cruz y el espacio humanizado
Sobre la pradera, en el lugar más alto del cementerio, se encuentra la Colina de la Meditación. Es un espacio de recogimiento, rodeado por 12 grandes olmos, en el que, aislados del exterior, los familiares y los visitantes pueden hacer un alto en el tiempo y vivir su propia experiencia en soledad. Desde la colina nace un sendero rectilíneo, el Camino de las Siete Fuentes, que atraviesa el bosque, hasta la Capilla de la Resurrección, diseñada por Lewerentz. Recorriendo este camino es cuando el visitante entra en contacto directo con la naturaleza escandinava, un denso bosque de grandes arboles a cuya sombra descansan los muertos.
El Camino de las Siete Fuentes y la Capilla de la Resurrección
El lugar de reposo en el bosque
Inserta en esa naturaleza, en un claro del bosque, encontraremos la Capilla en el Bosque, de Asplund. Se trata de la imagen más conocida de este lugar y es uno de los edificios que han dado forma a la arquitectura escandinava. Se trata de un pequeño edificio de madera en el cual utiliza elementos clásicos, como columnas dóricas, una cubierta inclinada y materiales autóctonos, con un lenguaje moderno en busca de la expresividad de la forma y la conexión con la naturaleza.
En sendero de aproximación a la capilla está flanqueado por la verticalidad de los árboles, a la que da continuidad mediante las doce columnas que forman el pórtico de entrada a la capilla. En este punto el visitante pasa por un espacio angosto, de apenas dos metros de altura, que sugiere un espacio de recogimiento frente a lo grandioso de la naturaleza que lo rodea (a lo sublime de la naturaleza, que nos recuerda a algunas pinturas de Caspar David Friedrich). Pero en realidad se trata de nuevo de un juego de contrarios, ya que da paso de nuevo a un amplio espacio, una bóveda de 7 metros de diámetro, iluminado cenitalmente, pero que mantiene la sensación de un especio de recogimiento con una gran carga emocional.
Acceso a la Capilla en el Bosque
Capilla en el Bosque. Porche de acceso
A continuación podéis ver imágenes de los planos originales de Gunnar Asplund, que se encuentran disponibles en el archivo digital del Arkitektur- och designcentrum de Estocolmo (Suecia).
Capilla en el Bosque. Planta
Capilla en el Bosque. Sección
Capilla en el Bosque. Alzado lateral
El Cementerio en el Bosque, como hemos visto, pone en conexión aspectos contrarios, como la naturaleza y la obra del hombre, lo moderno y lo tradicional, lo funcional y lo emocional, en un juego tan sutil que se disfraza del simple disfrute de una naturaleza humanizada, o de una humanidad naturalizada. En su recorrido se pone en conexión al hombre con la muerte, pero buscando la sensación del tránsito natural.
El Cementerio en el Bosque, por tanto, no habla de la muerte sino de la transición, de la vuelta de lo propiamente humano a la naturaleza. Y todo ello desde el punto de vista más liviano de un agradable paseo por el bosque.
* Todas las fotografías son obra del autor. En el caso de que alguien las quiera utilizar, adelante. Se agradecería en cualquier caso que se avisara con anterioridad y se nombrara al autor.